domingo, 10 de abril de 2011

EL PRAGMATISMO DE LA CIUDADANIA JAPONESA

Hitomi, Licenciada en Cultura y Políticas, es demasiado expresiva para cumplir con el estereotipo del carácter nipón, reservado y formalista. Incluso ella se sorprende de que, mientras los edificios temblaban en pleno terremoto, los japoneses los evacuaban ordenadamente, sin chillar y en fila única. Ese temperamento explica el intachable comportamiento que han mantenido la mayoría de los damnificados por la peor catástrofe que ha golpeado al país desde la Segunda Guerra Mundial, que han aguantado con paciencia y sin protestar las colas por la escasez de comida,gasolina y sin entregarse al pillaje ni a la violencia.


Todo lo  que  Hitomi  y  su marido han necesitado para sobrevivir, al menos durante una semana, cabe en las tres mochilas colocadas junto a la puerta de su pequeño apartamento. La pareja reside a las afueras de Tokio, y se han visto amenazados por la fuga radiactiva que el tsunami ha provocado en la central nuclear de Fukushima.

Cuando la variable de la crisis nuclear desatada en la central de Fukushima todavía no ha sido despejada, el número de víctimas mortales y desaparecidos tras el tsunami en la región de Tohoku supera las 27.000 personas, y el cálculo de los costes económicos provocados por las consecuencias del terremoto en Japón supera los 309.000 millones de dólares, resulta aventurado hacer previsiones de futuro.

Después de leer las declaraciones del profesor de Historia Contemporanea de Japón de la Pompeu Fabra, Gillermo Martinez Taberner en un diario, trascribimos unas reflexiones sobre lo ocurrido y sobre la narración que se ha hecho de ello.

“El mantenimiento de las creencias shintoistas explicaría una aceptación de las catástrofes provocadas por la naturaleza que sería propia del pueblo japonés. El peso de la tradición confuciana serviría para argumentar que el comportamiento general responde a la prevalencia sistemática del grupo sobre el individuo. Finalmente, el peso de la tradición feudal del periodo Tokugawa (1603-1868) explicaría el mantenimiento del orden tras la catástrofe.

Sin embargo, es importante tomar una perspectiva de la sociedad japonesa como sujeto más dinámico, contemporáneo y activo, para explicar su comportamiento ante lo acontecido.

La localización geográfica del archipiélago ha provocado que sus habitantes hayan sufrido en numerosas ocasiones las consecuencias catastróficas de los movimientos sísmicos. Los terremotos de Kanto (1923) y Kobe (1995) son dos experiencias históricas de las que el pueblo japonés supo no sólo sobreponerse sino también extraer lecciones para el futuro. Entre las lecciones aprendidas, de estos y otros episodios históricos dramáticos como la II Guerra Mundial, destaca el valor del colectivo para hacer frente a los retos que las catástrofes de esta magnitud generan.

El pragmatismo de los ciudadanos y ciudadanas japoneses permite entender el porqué los comportamientos espontáneos, individuales y egoístas, no han prevalecido sobre el colectivo, lo que ha contribuido a limitar el impacto del desastre. Asimismo, la estricta educación y la ética japonesa basadas en el respeto a los demás tienen como objetivo el mantenimiento de la cohesión social incluso en situaciones de crisis, conservándose el sentido de civismo en todo momento. Experiencia, pragmatismo y educación son elementos clave que no responden a aproximaciones orientalistas pero que contribuyen a la comprensión de la reacción japonesa ante lo ocurrido.

Son muchas las lecciones que podemos extraer del comportamiento del pueblo japonés ante la tragedia".

No dudamos que el pueblo nipón tras la catástrofe iniciará una nueva era de su historia y sus cerezos seguiran floreciendo.

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