El machismo no es la raiz del problema, es un síntoma estructural y sistémico del patriarcado. Como dice Pierre Bourdieu en "La dominación masculina", la dominación simbólica se consolida a través de conductas arbitrarias que se repiten, se convierten en estructurales y parecen naturales. Aquí aparece la violencia simbólica y con la naturalidad la dominación se convierte en algo inconsciente, influyendo en las estructuras cognitivas:
se siente - se piensa - se desea
El biopoder es el poder interno que cada persona se impone a sí misma, y que contribuye a la naturalización de los comportamientos.
Esta misma violencia implícita e incosciente se ejerce sobre las mujeres de la sociedad occidental porque la estructura cognitiva sigue siendo patriarcal (violencia implícita). Lo material y lo simbólico son indisolubles; hay que analizar por qué sucede lo que sucede: se desprecia a la mujer (dominación simbólica).
No se maltrata lo que se respeta
Las cosas no son lo que son, sino lo que significan. En cualquier campo (cultural, artístico, religioso, político, social…) en el que las mujeres queremos participar, nos encontramos con estructuras partriarcales que los interrelacionan y, por otro lado, el conjunto de hábitos que tenemos, de ver y actuar, que pueden parecer naturales, en realidad son aprendidos. El simbólico juega en nuestra contra, jugamos continuamente en campo contrario porque lo que hacemos las mujeres siempre está desvalorizado.
Es necesario repasar las políticas de igualdad, cuestionar el sistema, hablar de equidad y libertad mirando al futuro, cambiando el orden del simbólico.
Es imprescindible cambiar la Violencia Simbólica para poder acceder al cambio de las violencias explícitas.
Una de las maneras de acceder al imaginario es por el lenguaje, que crea el orden simbólico patriarcal. El lenguaje crea pensamiento. Se puede resignificar las cosas que para la cultura y para el desarrollo resultan importantes, eso significa el lenguaje incluyente.
No es más fuerte quien combate,
sino quien coopera
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